Una bandera de Taiwán ondea hoy en Faccsa, una fábrica familiar de porcino de Cártama, en Málaga. Es su mástil de cortesía. Cuando viene un visitante cuelgan la insignia de su país para hacerle los honores. En la sala de juntas hay también enmarcado un retrato de Mao Zedong, el gran timonel chino, que quitan y ponen al compás de desembarco de los asiáticos. El trasiego de objetos destinados a agasajar es continuo. “La demanda es tremenda. Los clientes chinos se llevan todo lo que nosotros seamos capaces de producir”, detalla Francisco Requena, adjunto a la dirección de Faccsa. “Hace poco a un cliente chino le dije que se llevara unas cajas de muestra para ver si le gustaba el producto, pero se llevó 20 contenedores del tirón. ‘Esta es la muestra. Si me gusta, vendré a por más”, me dijo. El volumen que manejan es increíble”.
Como Faccsa, un puñado de empresas españolas ha encontrado en el mercado chino la horma de su zapato y han logrado que el cerdo encabece la lista de exportaciones alimentarias al gigante asiático por encima del vino o del aceite, con más tradición de ventas en el extranjero. Se trata de fenómeno relativamente nuevo y creciente. Porque en China, no solo hay 1.300 millones de bocas con un paladar habituado al cerdo. Hay sobre todo una creciente clase media, que si antes comía cerdo una vez al año, ahora tiene acceso a la carne varias veces al mes o incluso a la semana. Los chinos profesan para colmo, una querencia especial por partes del animal que en España se desprecian. La ecuación resulta casi perfecta. Estómago, intestinos, oreja, fémur, cabeza o manos son en Asia preciados manjares, que hacen que el solomillo de lomo o el jamón curado palidezcan. Para los empresarios españoles, el gusto de los chinos por los despojos es una mina.
Javier Serra, Consejero Jefe Económico y Comercial de la Embajada de España en Pekín lo explica. “Vemos un tremendo potencial. Es un mercado que está creciendo mucho. Ahora hay una veintena de empresas autorizadas [para exportar]. Estamos esperando que Pekín envíe veterinarios para ampliar la lista”. La delegación china tiene previsto aterrizar esta primavera y visitar 17 fábricas preseleccionadas, según fuentes del sector. Jaime Palafox, director de internacionalización de FIAB, la Federación española de Industrias de la Alimentación ofrece una explicación adicional. “[En China] hay una desconfianza de los productos locales, por eso a la clase media le interese lo importado”.
Los datos de las Aduanas chinas que maneja Serra apuntan a exportaciones de cerdo en 2014 por valor 235 millones de euros, que representan un crecimiento de más del 40 % respecto a 2012. De esas ventas, 111 milones de euros corresponden a despojos. España es el tercer exportador de porcino, a China después de Estados Unidos y Alemania. Los datos de Anice, la Asociación Nacional de Industrias de la carne indican además que China es el principal comprador de despojos de España. Un total de 12.878 empresas españolas exportaron bienes a China el año pasado.Aún así, y más allá de los beneficios que reporta el cerdo de los despojos de oro, España mantiene un déficit comercial con China que alcanzó los 13.420 millones de euros en 2013.
En el mastodóntico almacén de congelados de Faccsa, a 21 grados bajo cero, hileras de palés cargados de orejas, sesada, cartílagos varios y manos delanteras aguardan con la etiqueta en chino pegada para cruzar el planeta. Las engrasadas comunicaciones marítimas con China permiten un transporte fácil y sorprendentemente económico. Paradojas de la globalización, resulta más barato exportar ocho contenedores de oreja a China desde Cártama que una caja de salchichón a Ronda. Desde que en 2008 comenzaran las exportaciones a China en esta y otras fábricas, el negocio ha sufrido una revolución que ha convertido el escandallo del cerdo en un puzle casi imposible. Unas piezas se quedan en España, otras van a China, a Angola, a Canadá… Cada cerdo es un mapa mundi y la complejidad de su desarmado tiende al infinito. Faccsa vende el 15 % de su producción en Asia y el crecimiento de la empresa en los últimos años obedece exclusivamente a la exportación. Tienen previsto crecer un 5 % este año, gracias a Asia.
La nueva cartera de clientes forzó la incorporación a la plantilla de Faccsa de Zhangming Shu, que ejerce de enlace con China, a donde viaja continuamente. “Allí se aprecia más el hueso que la carne”, y explica que las partes óseas se utilizan para sopas y luego con una pajita se sorbe la preciada médula. El kilogramo de fémur por ejemplo puede venderse a poco menos de un euro, pero en España habría que tirarlo. Zhangming cenó ayer rodajas hervidas de oreja con sal, vinagre y salsa de soja. El estómago también se hierve y el corazón se fríe.
Las ventajas son evidentes, pero no faltan tampoco los riesgos y vaivenes propios del comercio exterior. El principal de ellos enumeran en el sector, es el miedo a que un problema sanitario en una fábrica empañe la reputación de toda la producción nacional y cierre de un plumazo el mercado chino al cerdo español. Luego está la política. Un quiebro en las relaciones hispano chinas supondría la muerte para los empresarios de porcino. Se llevaron por ejemplo un buen susto el año pasado, cuando la Audiencia Nacional ordenó la detención del expresidente Jiang Zemin y el exprimer ministro Li Peng por delitos de genocidio, torturas y crímenes de lesa humanidad en el Tíbet. Acto seguido, el Partido Popular impulsó una reforma exprés de la ley de la justicia universal. El llamado caso del Tibet quedó archivado y los empresarios respiraron. El veto ruso a las importaciones de alimentos occidentales en respuesta a las sanciones impuestas por el conflicto con Ucrania ha recordado también a los empresarios del peligro de concentrar sus exportaciones en un país, aunque sea la superlativa China.